En las Antípodas de Europa, rodeada por el Océano Pacífico, el Glaciar Antártico y el
Mar de Tasmania, se encuentra Nueva Zelanda, Aotearoa o la tierra de la gran nube
blanca, en maorí. Un destino para los amantes de la aventura, la adrenalina y los grandes
espacios abiertos. De Auckland a Christchurch se suceden los paisajes: playas doradas,
ciudades vibrantes, volcanes y aguas termales, lagos, valles, desiertos, fiordos y
glaciares.
A los habitantes de Nueva Zelanda se les conoce como kiwis, nombre que comparten con un
nocturno pájaro autóctono que solo vive aquí y con la vitáminica fruta. Y es que los
neozelandeses son abiertos, aventureros, amantes de los viajes y se pirran por el
deporte.
La población maorí está aumentando después de siglos compartiendo territorio, disputas y
reivindicaciones con los descendientes de los colonos ingleses y holandeses. Aunque si algo
une a la sociedad es la pasión nacional: el deporte. Sobre todo el rugby y los deportes al
aire libre como la natación, el ciclismo, el senderismo, el esquí, las acampadas y la
vela.
Pero los kiwis-neozelandeses siguen siendo una minoría ante las más de 45 millones de ovejas
que pastan por el país. La flora de este país también es única, teniendo el orgullo de
albergar las orquídeas más pequeñas y el helecho más grande del mundo. Nueva Zelanda tiene
la ecología como bandera, sobre todo por su postura antinuclear e interés por la
conservación del medio, protegiendo la mayoría de sus recursos como parques
naturales.
La mejor forma de orientarse y trazar un itinerario es diferenciar entre la Isla Norte y la
Isla Sur, separadas por el estrecho de Cook. En la norte están las grandes ciudades como
Auckland, Wellington y la zona de aguas termales y centro espiritual maorí de Rotorua. En la
Isla Sur -resguardada de los vientos húmedos del Mar de Tasmania por los Alpes
Neozelandeses-, se encuentran los parques nacionales más interesantes (Marlborough Sounds,
Nelson Lakes, Fiorland y Abel Tasman) y la meca del deporte de aventura: Queenstown.
Ningún viajero intrépido que se precie puede dejar Nueva Zelanda sin probar un deporte
extremo tanto por tierra como el senderismo (tramping); por mar como la vela, el
submarinismo o el surf; por ríos como el descenso de rápidos en canoa, kayak o en tabla de
surf; o conquistar el aire saltando desde un puente (jumping).
Un itinerario alternativo para conocer el país es seguir los pasos de Peter Jackson y
descubrir todas las localizaciones de la trilogía de El Señor de los Anillos: desde Matamata
o Hobbiton al norte, hasta Queenstown y Fiorland, en la Isla Sur pasando por Waikato, el
Parque Nacional de Tongariro, Wellington y las llanuras de Canterbury. Panorámicas infinitas
y geografías imposibles para recrear la Tierra Media.